¿Qué son los ansiolíticos y cómo funcionan?
Son medicamentos psicotrópicos, los cuales consiguen reducir los síntomas de la ansiedad. Actúan sobre el sistema nervioso central, modulando la actividad de neurotransmisores como el ácido gamma-aminobutírico (GABA).
Dicho de una manera más sencilla, con los ansiolíticos se reduce la hiperactividad de las neuronas. Una vez que esa actividad frenética se calma, disminuye la sensación de miedo que padecen los que tienen ansiedad.
Hay varias clases. Los más frecuentes son las benzodiacepinas (diazepam o lorazepam). Luego están los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), los cuales se reservan para los casos más complejos.
Ambos tipos pueden generar dependencia, por lo que su consumo siempre debe estar seguido de cerca por un profesional.
Es importante saber que ellos solos no curan la ansiedad. El apoyo psicológico es crucial, el cual es más sencillo de obtener si se tiene un seguro de salud.
Usos comunes de los ansiolíticos
Se recetan para mitigar diversas afecciones que están relacionadas con el sistema nervioso. Proporcionan alivio ante una gran cantidad de síntomas debilitantes. De hecho, con supervisión médica marcan una enorme diferencia con respecto a la calidad de vida de los pacientes.
Ansiedad generalizada
Rebajan la preocupación constante y, sobre todo, los síntomas físicos que se derivan de ella. Entre ellos está la taquicardia, la tensión muscular o la sudoración excesiva. Su consumo permite que las personas con ansiedad recuperen el control de su vida diaria.
Ataques de pánico
En ocasiones, aquellos pacientes que tienen ansiedad padecen ataques de pánico. Gracias a los ansiolíticos se manejan los episodios agudos, que se manifiestan con dificultades para respirar y la sensación de que se pierde el control.
Mediante estas pastillas se mitigan los ataques y la recuperación es más rápida una vez que suceden.
Trastornos del sueño
La ansiedad puede provocar insomnio, de manera que estos medicamentos se recetan con el fin de mantener un sueño profundo y reparador, mejorando la salud del paciente. También sirven para casos de insomnio severo.
Efectos secundarios y riesgos de los ansiolíticos
Son muy eficaces, pero generan efectos secundarios, más cuando se toman de manera prolongada.
Entre los más comunes está la somnolencia y la fatiga, lo que se acompaña de problemas de memoria y a la hora de concentrarse.
No son raros los mareos y la inestabilidad al caminar, en especial cuando se empiezan a tomar o si el médico sube la dosis.
El peor de todos es la dependencia e incluso el síndrome de abstinencia si el tratamiento se interrumpe de repente.
Para mitigar estos problemas siempre hay que tomarlos de forma adecuada, es decir, haciendo caso a las dosis que receta el médico. Nunca hay que combinarlos ni con alcohol, ni con otras sustancias depresoras del sistema nervioso central como las drogas.
Cuándo consultar a un especialista
Nunca hay que empezar a tomar estas pastillas sin asesoramiento médico, como tampoco se debe modificar la dosis pautada sin que lo diga un profesional.
De este modo, si se tienen síntomas de ansiedad que afectan a la calidad de vida, hay que ir al médico de familia. Este, a tenor de lo que le pasa al paciente y de su duración en el tiempo, pautará algún medicamento contra la ansiedad, o lo remitirá al psicólogo.
También hay que ir al especialista cuando los efectos secundarios no desaparecen, así como en el caso de que haya que aumentar o reducir la dosis de ansiolíticos que se toman.